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PARA QUE LO BAILES Y TE QUEDES A GUSTO

 

A todas aquellas personas que sienten, piensan y creen que el baile, los bailes, las danzas,........ no son propiedad de ningún estado, ni nación, ni tribu, ni grupo, ni familia, sino que pertenecen única y exclusivamente a la cultura popular, al pueblo sin mas.

PRÓLOGO

Si a ti lo que te interesa es comenzar a bailar sin más, pues puedes prescindir totalmente de este prólogo, así que ves directamente a alguno de los BAILES, que es donde empieza el asunto que nos ocupa.
Pero, si por el contrario, o bien no tienes nada mejor que hacer, o te pica la curiosidad, o sientes algo de sano o insano morbo, puedes seguir leyendo estas líneas y así te enterarás de como surgió la idea de escribir este cuadernillo y, de paso, por el mismo precio, de alguna parte de mi vida.
Y es que todo empezó un día del mes de abril del año 1947, cuando la comadrona me dijo: “Estate quieto niño, para de dar patadas”. Todavía parece que la estoy escuchando. En realidad mi comadrona no era muy dada a estos asuntos del baile, así que no supo interpretar que de patadas nada, que en realidad lo que estaba haciendo era ir al compás de ese Charlestón que dice así:
- Madre, cómprame unas botas, que las tengo rotas, de tanto bailar..... Por lo visto, mi ídem, había estado escuchando durante el embarazo, en la vieja radio de la cocina, el mentado charlestón, y yo salí bailándolo.
Y fui creciendo, y mi afición por el baile tuve que compartirla con mi devoción por el circo. Un día vi una película de Jolivud en la que un fonambulista pasaba las cataratas del Niagara sobre un cable de acero, y ahí empezó mi afición. Me monté una compañía propia, a la que puse de nombre Circo Tirilli, y ¡ala!, a buscar actores. Lo que más me costó fue conseguir que Rafa y Pili me hicieran de fieras, y, la verdad, es que lo eran y bastante. Me río yo de los tigres de bengala.
De aquella época tengo el nítido recuerdo de haber pasado, como poco, 6 o 7 veces las cataratas del Niagara. El asunto consistía en lo siguiente: dibujaba yo una raya en el suelo del patio vecinal, cogía un palo de escoba y pasaba lentamente por encima de aquella línea, que representaba ser el cable. Mi imaginación transformaba el suelo de nuestro patio en el precipicio de montones de metros y, al final, el Niagara, el río Niagara con todo su esplendor, con toda su fuerza.
Pero el tiempo fue transcurriendo y, allá por los 14 o 15 años, sufrí un cambio hormonal que me hizo olvidar, de momento, mi floreciente empresa cirquense, para así poder dedicar más tiempo a lo que entonces más me preocupaba: a intentar estar con las periquillas (algunos cursis, las llamaban chicas). Y observando, observando, vi. que los chicos que se movían bien, siempre tenían alguna mentada alrededor. Así que puse manos a la obra. Un amigo, del que no recuerdo nombre ni cara pero que desde aquí le mando un cariñoso recuerdo, me enseñó el catón de los tres bailes que en aquella época estaban en candelero: el pasodoble, el vals y el swing. Y mientras la mayoría de chavales veían o jugaban al fútbol, pues yo dale que te pego, 1,2,3 y 1,2,3 .... Imagínome que de aquella época me viene mi absoluta indiferencia, desinterés, e ignorancia por ese absurdo espectáculo de masas, que algunos llaman deporte.
Así fue como conseguí mi objetivo, las chavalillas querían bailar conmigo y así podía hablar con ellas, y .... ey, ey, limita tu curiosidad que esto es un tratado sobre el baile y no sobre iniciación sexual.
Y continúan pasando los años y a los 49 me hice de una xarxa de intercanvi llamada Xivella, guiada por Marta, que previamente había hecho un par de cursillos, uno en el Tibet sobre técnicas de hipnotismo, y otro en Masachusset, sobre técnicas de marketing y venta.
Un buen día, en una fiesta comenzó a sonar un rock and roll y, ya en el primer compás, hasta mi tupé comenzó a vibrar de emoción. Al terminar aquella explosión, la líder me miró a la cara, me hipnotizó, y me convenció para empezar un taller de baile. Yo hubiera dicho que no, pero su poder mental sobre mí me hizo decir que sí. Y de esta manera comencé una nueva vida.
El tener que enseñar lo que yo bailaba me obligó a tener que analizar, sintetizar y resumir lo que sabía, y así fui haciendo unas pequeñas fichas sobre cada baile que enseñaba. Estas fichas estaban en constante renovación, según iba estudiando algo de música y conociendo la historia de los diferentes bailes.
Un nuevo salto hizo que un día un amigo, David, y una amiga, Laia, que se mueven por el centro cultural Toguna, me propusieran hacer en su centro un cursillo de bailes de calle. Dije que si, y Laia me pidió un currículum, para enseñar a las posibles personas que fueran a informarse.
Llego a casa, miro mi currículum, y me encuentro con una hoja en blanco, absolutamente en blanco. Los motivos son que mi habitual manera de ser me hace ir olvidando el pasado, cuando inicio una nueva vida. Así que tengo que escoger entre llevar a Laia una página en blanco o ..... Y aquí me acuerdo de las fichillas, que he ido haciendo.
Así que las llevo, y David, que por aquel entonces estaba pensando en iniciar la publicación y venta de pequeños libros de gente conocida, me dice que podríamos empezar publicando este librillo.
Y así es como este opúsculo esta en tus manos, y espero que realmente te sea útil y aprendas a disfrutar del baile como poco tanto como yo.